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transplante renal

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La enfermedad renal crónica o insuficiencia renal, es considerada en la actualidad un problema de salud pública. Cuando los riñones pierden su capacidad funcional, el cuerpo comienza a acumular desechos y líquidos que no logra excretar a través de la orina, generando diferentes complicaciones en la persona afectada que pueden llegar a comprometer otros órganos e incluso causarle la muerte. Llegado este punto, el paciente deberá iniciar sesiones de diálisis y evaluar la posibilidad de realizar un trasplante renal para poder sobrevivir.

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Para llevar a cabo un trasplante, es preciso contar con un donante.

El trasplante de riñón en este sentido presenta muchas ventajas sobre el tratamiento con hemodiálisis: ofrece al paciente mejor calidad de vida, le permite retomar su actividad física regular sin mayores inconvenientes luego de su recuperación postoperatoria y puede asegurarse una mayor longevidad. Sin embargo, existen limitaciones en cuanto al volumen de pacientes que presentan enfermedad renal crónica avanzada y la cantidad de donantes de riñón, lo cual muchas veces condiciona la posibilidad de realizarlo. Aspectos como la edad; condiciones generales del paciente; enfermedades como el cáncer, cardiovasculares severas, infecciosas terminales y psiquiátricas; así como personas con dependencia al consumo de sustancias; son otras posibles restricciones que varían de un país a otro.

Para llevar a cabo un trasplante, es preciso contar con un donante. Alrededor del 85% de los donadores son personas fallecidas o con muerte cerebral, a quienes se les extraen los órganos con procedimientos específicos según sea el caso, de manera que se conserve el riñón en óptimas condiciones hasta el momento en que es colocado en el paciente. El 15% restante son individuos sanos tanto física como psicológicamente, quienes de manera voluntaria expresan su deseo de donar y deben someterse a una evaluación que compruebe sus condiciones generales de salud.

Entre ambas opciones, los estudios indican que el órgano proveniente de un donante vivo puede durar entre 30 y 40 años sin problemas; en contraparte el que se extrae a un cadáver tan solo unos 10 años. Para remover el órgano del donante voluntario, se lleva a cabo un procedimiento quirúrgico llamado nefrectomía, el cual puede realizarse aplicando alguno de estos métodos:

Nefrectomía abierta. Se realiza un corte en el abdomen por debajo de las costillas de aproximadamente entre 15 y 20 cm. de longitud. Con la ayuda de un instrumento llamado separador costal, se abre espacio entre las costillas y el cirujano puede tener acceso al riñón.
Nefrectomía laparoscópica. Se hacen 3 o 4 incisiones de 2,5 cm. cerca del ombligo para introducir los instrumentos y la cámara (laparoscopio), uno de los cuales se agranda hasta unos 7 – 8 cm. al momento de retirar el riñón.
Nefrectomía robótica. Es el método de tecnología más reciente en el cual el cirujano opera a través de una consola con un equipo de alta precisión que realiza una incisión de 6 cm. para extraer el órgano, maniobrando unos brazos mecánicos que se convierten en una extensión de las manos del propio especialista.

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La cirugía laparoscópica representa una ventaja sobre la abierta, razón por la cual es mayormente aplicada hoy en día: El dolor post operatorio es menor, requiere una estancia hospitalaria breve, la herida es más cosmética y permite al donante la reincorporación a actividades físicas que le permitan volver a su vida habitual en un periodo de tiempo mucho más reducido que con el método convencional. La cirugía robótica por su parte es ampliamente reconocida y recomendada ya que es mínimamente invasiva, sin embargo su uso aún no está masificado.

El riñón se prepara para su conservación por un periodo de hasta 48 horas, tiempo durante el cual se deben haber realizado todas las pruebas y preparativos para su colocación en el paciente. Antes de llegar a este punto, el receptor ha sido evaluado por un equipo médico que verifica sus condiciones e indicará si en efecto califica para el trasplante. Normalmente el paciente “elegible” se incluye en una lista de espera, a menos que reciba una donación directa que usualmente proviene de algún familiar.

La cirugía en el receptor por lo general se enfoca en “conectar” el nuevo riñón al sistema del paciente. En casos muy específicos en los cuales los órganos deteriorados estén ocasionando algún tipo de problema adicional, se procederá con su extirpación total, pero normalmente éstos se mantienen en su ubicación original y el nuevo riñón se ubica en otro lugar alrededor de la zona pélvica. El cirujano conecta la vena y arteria del nuevo riñón con las del paciente y realiza sutura para fijar el uréter a la vejiga.

Una vez realizada la intervención, el paciente debe seguir un estricto cumplimiento de las indicaciones y citas de control médico que su especialista indique. El período de recuperación total es de aproximadamente 6 meses, pero durante las primeras 6 u 8 semanas deberá realizar exámenes frecuentes para verificar su evolución y chequear que su sistema inmunológico no esté rechazando el nuevo órgano, para lo cual también deberá consumir una serie de medicamentos inmunodepresores que formarán parte de su rutina por el resto de su vida.